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EL MEJOR HOMENAJE QUE SE LE PUEDE DAR AL FOLCLORE COSTEÑO ES CONTAR SUS VIRTUDES A TRAVÉS DE UN VALLENATO DE CUATROCIENTAS PÁGINAS ESCRITO POR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. FIEL ENTENDEDOR DE SUS RAÍCES, SE REFUGIÓ EN ELLAS PARA CREAR LA MÁS IMPORTANTE Y RECONOCIDA DE TODAS SUS OBRAS. ESTE NIÑO SOÑADOR DE UN PEQUEÑO POBLADO DEL INTERIOR DE LA REGIÓN CARIBE COLOMBIANA FUE UN GRAN AMANTE DE LAS COSTUMBRES MUSICALES DE SU TIERRA, Y COMO DIJO ALGUNA VEZ: "NO SÉ QUE TIENE EL ACORDEÓN DE COMUNICATIVO QUE CUANDO LO OÍMOS SE NOS ARRUGA EL SENTIMIENTO".
 
 
Julián Vélez
 

 
 
 
 

 
 
De haber tenido la oportunidad de entrevistar a García Márquez en algún momento de mi vida no lo habría hecho. Es simple la razón: porque él odiaba las entrevistas. Sin embargo, de haber tenido una oportunidad sí que lo hubiera invitado a una parranda vallenata, y en medio de los tragos y de escuchar las notas y letras de nuestro vallenato, habría aprendido más sobre su figura.
 
Hablar de 'La Costa', nombre que le dan popularmente a la Región Caribe colombiana, es hablar de folclore. No se puede entender su idiosincrasia sin el sonido de los tambores, las gaitas, el acordeón o las guacharacas que desde hace un par de siglos recorren esas hermosas tierras contando historias. Para García Márquez, poder contar estas historias es poder vivirlas y sentirlas, por eso recorrió la costa entera casa por casa vendiendo esas enciclopedias que le daban para vivir en su juventud. Escuchaba las historias de aquellos pueblos, como un niño adulto que pretendía soñar. El diablo, el amor imposible, el campesino que trabaja, una batalla de acordeones y gaitas, el indio que no se sabe comportar y hasta la creación de una casa en el aire podían ser lo temas de aquellas mágicas historias. Porque Macondo es costa pura, es ese mundo tan real como las imágenes que se creaban en la mente de Gabo. Cada personaje pictórico que aparece ya lo había conocido en sus eternos viajes y sus eternas parrandas.
 
Su amistad con Rafael Escalona, uno de los grandes intérpretes y compositores de la música vallenata, fue profunda. Ambos no solo se querían sino que se respetaban siendo compañeros de viaje en el mundo cíclico de contar historias a través del arte.
 
 

  
 
 

  
Nació en Aracataca, una pequeña población de la Región Caribeña colombiana con poco más de 40 mil habitantes, una superficie de unos 1700 kilómetros cuadrados, más de 120 años de fundación y un hijo que prefirió la literatura a la política, aunque nunca desligó una de la otra. "El domingo 4 marzo de 1927 a las nueve de la mañana" nació el hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán. Su nombre es Gabriel José de la Concordia García Márquez, pero, según cuentan, le gusta más que lo llamen Gabito, propio de su tierra y de su familia.
 
Con un carácter marcado por sus abuelos, vivió con ellos durante sus ocho primeros años, los más influyentes, e incluso cuando hablaba de "su casa" solo podía existir una, la de su abuela, en la que sólo vivían dos hombres, él y su abuelo, "dos pobres víctimas de las mujeres", afirmó en más de una ocasión. Gran parte de su educación en casa fue a base del miedo a las historias de terror, a los santos que estaban por los rincones a tamaño real, que cuando ya era de noche y encendían los velones se convertían en tenebrosas.
 
Su abuelo, el Coronel Nicolás Márquez, veterano de la Guerra de los Mil Días a principios de siglo en Colombia, era quien lo llevaba al cine, al circo, a las parrandas vallenatas, quien le contaba historias de duelos de honor resueltos a bala y quien le hablaba de política de la época como si fuera un adulto más. Tranquilina Iguarán, su abuela "cegatona", como la definía él mismo, siempre le contaba fábulas y leyendas de familia. Quizás la fuente de su visión mágica, mientras que de su madre recordaba el olor de su perfume el día que la conoció.
 
 
 
 
 
 
En el año 1947, presionado por sus padres, se trasladó a Bogotá para empezar sus estudios universitarios. Estudió Derecho en la Universidad Nacional de Colombia. Sin embargo, las leyes no le gustaban demasiado y prefirió dedicarse a ser columnista. En poco tiempo tenía una columna diaria en el periódico El Universal.
 
Autor de Cien años de soledad, su gran obra y con la que ganó el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez ha sido  uno de los grandes representantes de las letras latinoamericanas. Formó parte del llamado Boom de la literatura latinoamericana, un movimiento con nombres como Cortázar, Vargas Llosa José Donoso, entre muchos otros. Marcó una época y su obra ha sido considerada como una de las más influyentes en lengua española de la historia. Vinculado al mundo del periodismo, desde muy joven pasó a ser parte del periódico El Espectador, donde consolidó su columna de cine y luego brilló como cronista y reportero. En solo siete años demostró lo mucho que su poco armamento de 28 letras y algunos dedos podían influir en la población y la cultura colombiana. Mito, la revista en la que trabajó, fue el canal y sus historias, las armas.
 
Vivió durante varios años en Europa. Estuvo en París y viajó por Polonia, Hungría, Checoslovaquia y la antigua Unión Soviética. Vivió con mínimos. Escribió dos novelas como El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, en las que reflejó la precaria situación económica que tuvo que pasar en aquella época y de la que sacó una conclusión que incluso me ha marcado a mí: "Estaba tan convencido en aquel momento de que quería escribir, que estaba dispuesto a morirme de hambre si fuera necesario con tal de escribir".  
  
 
 
 
 
 
 
 
Transportarnos a los viajes mágicos de la obra de García Márquez es hacer un recorrido por los pueblo del interior de la costa atlántica colombiana. De los 32 departamentos que componen su geografía, siete pertenecen a esta región que popularmente se le llama 'La Costa', de gran influencia no solo cultural sino social. El país se caracteriza por la variedad de raíces culturales, sobretodo en esta región del norte de Colombia que los españoles llegaron a colonizar y donde encontraron un gran puerto para las operaciones militares. Siempre se habla de una región de mezcla blanca, indígena y negra. Sobretodo en Cartagena de Indias, en cuyas calles estaban incluidas actividades como la trata de negros que eran traídos de África, que en el transcurrir de los años hasta el día de hoy se han convertido en la población más numerosa de la ciudad.
 
Los españoles, africanos y aquellos nativos que quedaron fueron enriqueciendo culturalmente la región. La mezcla de tradiciones se pueden ver en la indumentaria, los ritos, la visión del mundo y el habla, lo que convierte esta región en un lugar lleno de particularidades. Es en este contexto donde toma importancia la música, el gran instrumento de transmisión. Así lo podemos ver plasmado en las canciones de Los Gaiteros de San Jacinto, quienes llevan más de cincuenta años recorriendo el mundo contando historias de sus raíces.
 
 
 
 
 
 

  
La idiosincrasia costeña no se puede entender sin el vallenato, la cumbia y el son. La música folclórica del Caribe es tan variada y rica en ritmos que necesitaríamos otra revista para cada uno de ellos, pero el vallenato quizás es la que más representa a García Márquez. Así nos adentramos en el mundo de García Márquez, un espacio vital y único donde parece que cada letra lleva el acorde de algún instrumento musical del caribe. El vallenato, el folclore y la idiosincrasia de su pueblo está en cada rincón de su obra, e incluso algunos se aventuran en hablar de que Cien años de soledad es un vallenato de más de 400 páginas.
 
Las historias que García Márquez buscaba por La Guajira y el Magdalena, llevado por Rafael Escalona y sus cantos, dejan constancia de la importancia que tuvo en su obra el vallenato. Ritmo de antiguos juglares que recorrián las calles de todos los pueblos de la costa contando lo que pasaba, acordeón al hombro, las historias de Francisco el Hombre o los cantes de Leandro Díaz y Rafael Escalona le eran tan cercanas que sabía que debía encontrar la fórmula para unirlas a la literatura.
 
"Pocas horas después, Rafael Escalona me hablaba de su gente, de aquella novia inolvidable a quien una tarde le pidió, con palabras de música, que se pusiera el mismo trajecito ese que tiene flores pintadas... con que había hecho su advenimiento al amor. Porque la música de Escalona está elaborada en la misma materia de los recuerdos, en substancia de hombre estremecido por el diario acontecer de la naturaleza", decía García Márquez sobre Rafael Escalona.
 
 
 
  
  
 


"Voy a hacerte una casa en el aire 
solamente pa' que vivas tú (bis), 
después le pongo un letrero muy grande 
de nubes blancas que diga Ada Luz (bis). 
Porque cuando Ada Luz sea señorita 
y alguno le quiera hablar de amor, 
el tipo tiene que ser aviador
para que pueda hacerle una visita (bis).
El que no vuela no sube
a ver a Ada Luz en las nubes
porque si no vuelva, no llega allá
a ver a Ada Luz en la inmensidad.
Voy a hacer mi casa en el aire
para que no la moleste nadie"
La casa en el aire - 
Autor: Rafael Escalona
Intérprete: Carlos Vives
 

 
 
Vemos que Escalona y García Márquez eran grandes amigos. Así contaba el primero cómo conoció al segundo: "Así llegamos no al cuento sino al momento para contarles ahora sobre ¿cómo?, ¿dónde? y ¿cuándo? el novelista y este cantor se conocieron y se entendieron hablando en vallenato, acompañados del acordeón, la caja y la guacharaca. Estos sí fueron diálogos y conversaciones en idiomas diversos porque cada instrumento tenía su habla, su propio lenguaje y nota distinta: la guacharaca indígena, el tambor africano y el acordeón europeo. […] Pálido como un bloque de sal se apareció cualquier día vendiendo enciclopedias y diccionarios por Valledupar y la península de La Guajira, frontera con Venezuela, tierra de indios bravos donde naciera su abuelo Nicolás Márquez".
 
 
 
 
 
 


"(A dos amigos que se amaron con el alma, 
¡ay hombe), 
Recuerdo que Jaime Molina 
cuando estaba borracho ponía esta condición: 
que si yo moría primero me hacía un retrato
o si el se moría primero le sacaba un son.
Ahora prefiero esta condición
que el me hiciera el retrato y no sacarle el son.
Famosas fueron sus parrandas
que a ningún amigo dejaba dormir.
cuando estaba bebiendo.
Siempre me insultaba
con frases de cariño que sabía decir.
Después en las piernas me sentaba
me contaba un chiste y se ponía a reir"
Jaime Molina
Autor: Rafael Escalona
Intérprete: Carlos Vives
 
 

  
 
Para García Márquez en las historias de estos vallenatos, compuestos por los juglares en los que se inspiró, no hay letras que no correspondan con un episodio de la vida real. Siempre han de ser experiencias de quien las escriba. No cantaban porque sí ni cuando simplemente les daba la gana, lo hacían cuando sentían la necesidad real de hacerlo y eso lo consigue una vivencia real.
 
La vanidad es una de las características esenciales de estos juglares de mediados del siglo veinte en Colombia, consecuencia de la rivalidad que existía entre los compositores. Esas batallas a ritmo de acordeón en medio de una parranda vallenata se podía extender durante horas. Esas parrandas donde no se bailaba como ahora, sino que se hacía un círculo alrededor del conjunto vallenato y se escuchaba y se bebía. Batallas musicales de los grandes maestros juglares del Magdalena como Enrique Martínez, Miguel Canales o Emiliano Zuleta.
 
 
 
 
  
 


"Acordate, Moralito, de aquel día 
que estuviste en Urumita 
y no quisiste hacer parranda. 
Te fuiste de mañanita,
sería de la misma rabia (bis). 
En mis notas soy extenso
a mí nadie me corrige (bis) 
para tocar con Lorenzo
mañana sábado, da e' la Virgen (bis).
Me lleva él o me lo llevo yo
pa' que se acabe la vaina (bis)
¡Ay! Morales a mí no me lleva 
porque no me da la gana.
Moralito a mí no me lleva.
porque no me da la gana"
La gota fría
Emiliano Zuleta
 

  
 
El acordeón es un instrumento poderoso en la obra de 'Gabo', recordando siempre al gran anciano patriarca Pacho Rada a quien reconoce como el gran padre de los acordeoneros.
 
 
 
 
 
 
 
 
Como vemos, el pueblo costeño no se entiende sin sus ritmos ni sus historias. Una tierra marcada por la mezcla de culturas. De indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, con los negros esclavos que llegaban a través de los puertos y de Cartagena y de los blancos conquistadores que se enamoraron de esta tierra rica y bella. Una buena cumbia de Los Gaiteros de San Jacinto, otros creadores de historias que nos pueden adentrar en el mundo heredado de los costeños.
 
García Márquez nos presenta esos grandes compositores, quizás olvidados, del vallenato más primitivo, como Sansón Carrasco, autor de la conocida canción Honda herida, o el indio Crescencio Salcedo, un guajiro con todas las letras que, además de componer, era 'yerbatero' (una especie de chamán). Así como destacaba la labor de Guillermo Buitrago, a quien considera como uno de los grandes intérpretes de la cumbia y el vallenato. Cuántos diciembres no se disfrutan en Colombia con la voz de este gran maestro que se fue con sólo 27 años.
 
No se puede pasar sin mencionar al gran maestro Leandro Díaz, quien era una especie de 'patriarca mítico' que reparaba los acordeones antiguos hasta dejarlos nuevos, cuando no llegaban más desde Alemania a causa de la guerra. La diosa coronada de Leandro es más que una simple canción, es un himno al amor.
 
 
 
 
 
 
 
 
La influencia de la música en su obra es innegable. Siempre estaba ligado a ella, incluso llegó a escribir que tenía más discos que libros. Una declaración sorprendente, pero que, sin embargo, hace que cada párrafo que leo sobre él tenga como música de fondo puro ritmo del caribe.
 
Todo un amante del género que nació en los patios de vecinos y en las vaquerías  de la Guajira y del Cesar (por favor, con acento agudo). El vallenato ha sido el vehículo perfecto entre los campesinos y los pastores y la mejor forma de transmitir todo lo que pasaba. Historias mágicas como las de Francisco el Hombre las podemos encontrar en Cien años de soledad, quien venció a diablo en un duelo de cante gracias a cantar el padre nuestro al revés. Lo ancestral, lo místico y lo mágico unidos a través del arte de unos acordes y las letras de un genio.
 
Un estilo único y personal que nos lleva a vivir esas historias mágicas que sentimos propias. Un escritor que particularmente hay que escucharlo, sentirlo y leerlo al tiempo de un buen vallenato.
 


  
  
  

 
 

 

 

 
 
 
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